Cuando me encontré en el final de
un CICLO me detuve y me resistí a cruzar esa brecha, tal como si fuera un
avestruz escondía mi cabeza bajo el suelo, corría en círculos para hacer
tiempo. El tiempo me amarraba los brazos para que diera el grito de rendición y saltara a algo
nuevo, pero tal era mi necedad que yo misma apretaba los dientes para no
poder salir de ese círculo.
Algunas veces me sumergía en los
brazos del mar, tomaba una siesta y el calor que se sentía allá fuera se evaporaba en el agua formando recuerdos de
aquellos que me hicieron felices. ¿Cómo
decirle adiós a un caudal de emociones?
Durante la sequía sin querer
empecé a florecen con las pocas gotas de lluvia que me bebía y poco a poco mis
pulmones se empezaron a inundar de nuevo oxígeno y fue entonces cuando la felicidad adopto todas las
formas, yo lo sentí cuando mi cuerpo
empezó a mudar, sentí como si en mi piel
se dibujaran rayas horizontales que
ascendían y todas los sonidos que escuchaba se convertían en caricias que
iluminaban.
He cerrado un ciclo y mientras
deshojo tus manos en las mías mis latidos se hacen más fuertes queriendo gritar que ¡al fin soy libre!
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